Viaje sensorial en la Superilla III

A medida que libero mi mente un poco más, empiezo a imaginar las historias ocultas detrás de cada persona que cruza mi mirada: el suspiro fatigado de un padre cuando su hijo se tira al suelo en un acto de desafío, la joven que camina sola y habla consigo misma como si desfilara en una pasarela invisible, la pareja de ancianos vestidos de amarillo que ha cruzado mi vista varias veces. La vida puede ser repetitiva, pero también está llena de pequeños detalles y momentos efímeros que merecen ser observados y apreciados.

El aleteo de un helicóptero se añade al paraíso sensorial que invade mis sentidos. El sonido me obliga a buscarlo en el cielo que ahora luce más despejado y etéreo. Su paso itinerante responde a la cobertura mediática de la reunión anual de los catalanes en plaza España para celebrar gustosos su identidad separada de la monarquía. Hacia allá es que se mueve la gente, pensé para salir de mi error anterior al pensar que caminaban sin rumbo aparente.

¡Bingo! Un señor me acaba de dar una charlita de unos quince minutillos. Una conversación inesperada con este personaje de unos sesenta y tantos años más largos que los pantalones verde eléctrico que llevaba ceñido a su pelvis. Un encuentro enigmático que al principio pareció ser interesante y luego se tornó beligerante.